Señor Jesús, somos tus discípulos misioneros,
enviados como sal de la tierra y luz del mundo
con el tesoro tu Evangelio.
Queremos vivir tu amor y obediencia filial al Padre,
tu compasión entrañable ante el dolor humano,
tu cercanía a los pobres y a los pequeños,
tu fidelidad a la misión encomendada,
tu amor servicial hasta dar la vida.
Nos alienta al testimonio de Juan Pablo II,
de tantos misioneros y mártires de ayer y de hoy
en nuestros pueblos.
queremos ser continuadores de tu misión,
en nuestro propio ambiente, en nuestra comunidad
y allí donde Cristo aún no es reconocido
como Dios y Señor, o la Iglesia no está todavía presente.
La fe se fortifica dándola y no queremos
encerrarnos en nosotros mismos, sino salir
y anunciar que eres la Vida en abundancia
para nuestros pueblos. Amén.
María, Reina de las Misiones,
ruega por nosotros.
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